La oscuridad era como el hombre de arena para las personas que deseaban mantener los ojos cerrados y descansar, pero no podían. Para la mayor parte de la población en esta metrópoli era necesario abrir los ojos cuando la noche aún estaba en su puerta, porque si deseaban recibir un sueldo que sustentara lo básico, era necesario despertar en la madrugada y trabajar doble turno.
En estos barrios las personas no era dueñas de una casa, alquilaban unos cuartos tan pequeños que en muchos de ellos sólo cabía una cama; a veces, contaban con un pequeño pasillo donde existía el espacio suficiente para un pie tras otro, en una esquina había repisas y una estufilla eléctrica para hacer la comida. Los baños se encontraban afuera, eran compartidos y estaban en terribles condiciones. Estas habitaciones eran llamadas jaulas que se encontraban en la zona cero.
Los obreros prendían sus lámparas y así el esmog nebuloso y atosigante se iluminaba. En estos barrios los edificios estaban tan pegados que era imposible respirar y la luz del sol no llegaba. Aún se podían ver las zanjas que tenían estas edificaciones y que fueron creadas para cultivar plantas, querían un mundo ecológico, pero eso quedó en el olvido.
Álister no vivía a ras del suelo, su mamá heredó un departamento que nunca vendió a pesar de que tuvo muchas ofertas y hasta amenazas para dividirlo y construir mini departamentos. Eran los únicos en ese nivel que contaba con una sala, comedor, cocineta y dos recámaras. Se sentían afortunados y más por las ventanas, era un espacio que el pasado les había dejado.
Suena el despertador, siempre me levanto a las cinco de la mañana ya que el trayecto a mi escuela es largo y tedioso. Tengo que acompañar a mi hermana porque las calles no son seguras, a veces nos llevamos el carro cuando mi mamá descansa, pero la mayor parte del tiempo viajamos en transporte público.
Vivimos en apartamentos demasiados modestos, los edificios fueron construidos por un gobierno que decía que tendríamos una mejor vida, al principio estaban bien, tenían toda la tecnología necesaria, pero la gente y sus costumbres fueron haciendo de este lugar un sitio desagradable.
Construyeron estos edificios ondulados y altos para albergar a más gente en espacios reducidos, por eso los carros ya casi no circulan por tierra sino por aire. Mientras más altos están los departamentos, los espacios son más grandes y caros. Los ricos se quedaron con el aire puro y a nosotros nos dejaron la polución. Los que vivimos a cierta altura necesitamos utilizar la digitalmask que ayuda a transformar el aire contaminado.
Yo y mi familia tenemos la fortuna de usarla algunos días, dependiendo de la cálidad del aire. Muchos no la usan porque son un poco molestas, pero está comprobado que sin esa máscara se reduce el tiempo de vida. Yo siempre las uso, pero mi hermana no, es un poco rebelde y se siente indestructible porque es una atleta de alto rendimiento.
—¡Es tarde! —dijo Vera.
—Estoy listo.
Abro la puerta de la casa, mi mamá nos detiene y nos da un beso, siempre dice que nos cuidemos, ¡claro que lo hacemos! Yo trato de que ella no se preocupe porque tiene muchas cosas en mente. Se levanta a las cuatro de la mañana para preparar nuestro desayuno, trabaja en una fonda no muy agradable. La otra vez nos contó que llegó un señor de pelo güero con corte casual, un traje color gris, parecía tener mucho dinero, ésos son los más peligrosos porque pertenecen a la mafia; por lo regular las personas que van a la fonda son obreros, empleados domésticos, gente sencilla. Después llegaron tres personas más, se sentaron a lado del señor y pidieron de comer. Mi mamá fue por su pedido y de regreso, al llevar la primera tanda de comida, pudo observar que uno de ellos sacó la pistola sin que se dieran cuenta y la colocó lentamente en su pierna derecha. Ella se regresó al mostrador donde se ocultó, sus compañeros vieron que sus ojos desbordaban terror, lo reconocieron de inmediato; en la zona cero esto es el pan de cada día, aunque para mi mamá fue la primera vez que lo vivió. Los disparos hicieron su aparición, el mostrador la defendió de todas la balas perdidas y no salió hasta que todo terminó. Después del incidente pensé que dejaría de trabajar ahí, pero no puede darse ese lujo. En las tardes labora en una fábrica y aunque ahora es encargada, de todas maneras es extenuante y mal pagado. Por eso estoy consiguiendo algo para que ella pueda dejar al menos uno y yo le ayude a pagar los gastos de la casa y de la escuela.
Para llegar al transporte público es necesario descender hasta a la zona cero y de ahí caminar 15 minutos para llegar a la parada. Este día la calidad del aire es horrible, así que traemos las digitalmask, cuando compré la mía fue la más barata que encontré, de un color neutral y con los aditamentos básicos que sirven para mantener el aire limpio. Mi hermana, por otra parte, insistió en que mi mamá le comprara una de colores, con su nombre y que tuviera integrado el internet para poder ver sus mensajes en el camino, por supuesto son más caras por el diseño y la tecnología.
Pero la entiendo, Vera está en una época donde tiene deseos de cosas materiales, aunque sabe que no tenemos tanta economía presiona lo suficiente para conseguirlas. Y la verdad es que… si consigo este trabajo también la consentiré, le daré cosas que jamás tuve, porque llegará el día en que entenderá que conseguir algo no es tan fácil, le tocará trabajar y ganarse la vida, aunque espero que le toque diferente, yo me encargaré de que sea así. A veces uno quisiera volver atrás, pero no se puede; a veces quisieras que una paleta de dulce te reconfortara.
El aereobús se eleva por los aires, mientras Vera se duerme, porque el trayecto es largo. Yo siempre estoy alerta.
Llegamos a la escuela, siempre me quedo hasta que entra a su edificio. Yo camino un poco más para llegar al mío; debería ir en la universidad, pero tuve que salirme de la preparatoria unos meses por los costos. Anteriormente, el estudio era para todos, pero en un punto de nuestra historia eso cambio y los que desean estudiar tienen que pagar por ello. Esta escuela es de muy buen nivel, la verdad no sé lo que hizo mi mamá para que nos aceptaran aquí porque habíamos quedado en una escuela de menor cálidad, pero ella buscó al director y le suplicó que nos admitiera, o eso es lo que nos dijo. Mis calificaciones son excelentes y Vera es una extraordinaria atleta. El problema es que ahora para entrar a las mejores escuelas tienes que tener conocidos, dinero y nosotros no tenemos nada, pero mi mamá se las arregló. Antes, mi hermana hubiera obtenido una beca deportiva pero ya no existen, sin embargo, es más fácil que te acepten por la habilidad, pero como todos, tenemos que pagar.
Entro al salón y las clases comienzan. Normalmente pongo mucha atención, pero este día me siento raro, no sé cómo describirlo; no estoy enfermo es como… ¡ya sé!, como entrar a una cueva oscura y sin salida. Bueno… es la mejor descripción que encontré porque me acordé de esa película donde el personaje principal se pierde en la cueva y jamás sale, y la salvación es su mente, su consciencia… La maestra me pregunta algo y no le respondo, me quedo callado. No me dice nada porque siempre soy el que participa en clases y pone mucha atención. Espero que no me afecte, porque las participaciones son un porcentaje de mi calificación.
Este sistema es arcaico, jamás se logró mejorar la calidad educativa. Las buenas notas me llevarán a la escuela que deseo y así obtendré el título. Aprender para mí no es difícil, de hecho, me gusta leer, sé más de lo que enseñan en las aulas, pero me mantengo al margen, no me gusta presumir.
Es hora del receso, la verdad no soy muy popular, me alejo de la gente, no quiero tener amistades. Con tantas cosas en la cabeza, con tanto por resolver no me permito el espacio para hacer amigos. Anteriormente había un grupito que me molestaba, jamás llegaron a golpearme, pero sé que lo hacen con otras personas. Una vez vi cómo amedrentaban a un compañero, pero no me metí; sé que no está bien que me pase de largo, pero no tengo tiempo de echarme problemas encima, con los que tengo es suficiente, así que voy a mis clases y en cuanto acaban, salgo disparado.
Mi mamá siempre me hace la misma pregunta: ¿Te gusta alguien?... El otro día llegó una chica nueva, muy linda pero era narcisita, altiva y petulante… ¡Claro que era guapa! pero su forma de ser me alejaba y jamás hablé con ella, por eso siempre le contesto a mi mamá que no hay nadie que me llame la atención.
Antes de entrar a la siguiente clase voy al baño y al llegar me mareo; creo que fue la comida, me ha pasado en otras ocasiones. ¡Wow!, esto es distinto, mi visión se nubla, me meto al baño y cierro con seguro, me siento en la tapa para que se me pase, me hago hincapié en que no es el momento para sentirme mal porque será mi primer día de trabajo. ¡Confío en que se me pasará! Guardo silencio al escuchar entrar a dos personas, abren la puerta, le jalan a la taza, después se lavan las manos y se van.
Mi vista está regresando a la normalidad. ¡No me puedo enfermar, no me puedo enfermar!, tratar una enfermedad hoy en día es costoso y la mayoría de la gente no lo paga. Me recuerda la época medieval, cualquier enfermedad te mataba, ¡estamos igual!
El mareo continúa aunque en menor grado, abro la puerta; de pronto, escuchó un zumbido tan fuerte que siento que mis oídos van a explotar y frente a mí veo algo increíble, un agujero del tamaño de una canica, levitando. Camino, lo rodeo y pienso que es un holograma, ¿alguien está jugando conmigo?, sin embargo, el agujero comienza a crecer. Me acercó un poco sin ponerme en riesgo y miro la orilla que es de colores como un arcoíris, mi cuerpo se calienta.
Normalmente me alejaría, pero continúo acercándome como un gato llevado por la curiosidad; intento ver qué hay adentro, en primera instancia sólo oscuridad, después, van naciendo pequeñas siluetas en cruz, tenues, que tintinean. Más figuras, parece reto óptico que esconde una imagen, pero no logro ver nada, sólo más luces que se van convirtiendo en pequeñas estrellas. Creo que ese agujero me quiere revelar secretos insólitos, secretos que asustan y a la vez existían. Pero todo se esfuma cuando entra una persona y me quedo en la misma posición durante unos instantes, él se extraña; al verlo reacciono y camino hacia la puerta, no sin antes sentirme juzgado.
Es hora de ir a mi primer día de trabajo, pero tengo que esperar a mi mamá para que pase por mi hermana.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, sólo es cansancio.
—Pues no vayas a trabajar y vemos la película que nos encanta, ¿qué dices?
—No, ¡como crees que voy a faltar en mi primer día!
—¡Era broma!
—Pero el fin de semana vemos la película.
Me gustaría relajarme y no ir a trabajar, me gustaría regresar a casa y ver esa película que hemos visto en incontables ocasiones y que aún nos encanta. Creo que las noches de cine es algo que nos une como familia. Aparte, no tenemos mucho que ver, sólo contamos con televisión abierta y el contenido es basura, no podemos pagar nada más. Los deseos de mi hermana, y ver a mi mamá tranquila son la motivación que necesito para seguir adelante y trabajar con empeño, esperando una vida mejor, aunque cada vez cuesta más subir en este sistema.
Me quito la máscara y Vera también, pero al final siempre huele a basura, el hecho de que sea aceptable no quiere decir que sea puro; es un aire que puede entrar a los pulmones sin hacer daño inmediato, pero sí a futuro, aunque el gobierno lo oculte.
—¿Entonces…? —dijo Vera
—No, chaparra, hay que ayudar a mi mamá.
—Está bien, me voy, ya llegó.
Vera se sube al aereomóvil, las veo hasta que se pierden en ese dominó de piezas voladoras. Llega el transporte, me subo y pago la tarifa, me vuelvo a sumergir en mis pensamientos. Vera me ha dicho varias veces que desea trabajar, pero yo no quiero, porque sé que si lo hace se desenfocará en sus estudios y va muy bien; un año más, y si logra los objetivos que la escuela le pide, empezarán a pagarle un sueldo, no es mucho, pero con eso solventará sus gustos. Estoy seguro de que puede tener un futuro en el deporte. Por mi parte, me tardaré más en obtener mis metas.
El olor a huevo llega tan fuerte que me vuelvo a poner la máscara. Se escucha el robot que dice “Cerrando puertas, por seguridad favor de ponerse las digitalmask”.
Comenzamos a descender unos cuantos metros, y a pesar de tener las máscaras puestas el olor es insoportable, ese aroma que inicia por la nariz, pasa por la garganta y acaba en las papilas gustativas. Si tuviera la digitalmask 321 sería lo mejor, ya que eliminan los aromas, pero son excesivamente caras.
Bajo del transporte y toco tierra, la mayoría de la gente trata de evitar la zona cero, pero para mí fue imposible, fue el único trabajo que encontré. Ahí en la parada está Javier, levanta su mano para saludarme y se me hace extraño que haya llegado antes que yo, quedamos de venirnos juntos, por él obtuve esta prueba de trabajo. A Javier lo conocí hace dos años en una librería que son casi inexistentes. La gente dejó de consumir la lectura porque la modernidad trajo un chip que te ayuda a leer un libro de 700 páginas en horas. Lo pones en la cien, sale un alfiler diminuto y en ese momento se pasa toda la información, pero eso no quiere decir que la entiendan.
Y aunque obtener la información es fácil, no les llama la atención; lo que les gusta es la realidad virtual porque ahí se hace dinero, tienen una vida que siempre desearon y algunos no vuelven, se pierden en esa realidad. Por eso yo utilizo la realidad aumentada, a mí me encanta leer, agarrar el libro, oler sus páginas y saborear lentamente su contenido, porque la lectura me permite relajarme. Aquel día que conocí a Javier se sentó en la mesa de enfrente, no soy un buen conversador, no soy tan sociable, entonces él inició la plática; me dijo que no sabía cómo encontrar tres libros que hablaban de extraterrestres, viajes espaciales y conspiraciones; al principio me dio risa porque ya nadie toca esos temas. Todavía recuerdo las noticias de los últimos tripulantes que salieron al espacio y llegaron a la conclusión de que no había vida extraterrestre igual a nosotros. Al final la gente no quería creer que estamos solos, pero ¡lo estamos!, es una realidad.
Le ayudé a conseguir los libros y nos volvimos amigos por esas conversaciones extrañas e interesantes como las teorías conspirativas. Tanta información tenía, que empecé a creer en todo eso. Entendí que tener a un amigo enriquece el día a día, despierta sonrisas y la complicidad es inigualable; también me aleja de pensar en las obligaciones.
Me encanta ir a su casa, o mejor dicho a su escondite. Es un buen hacker, hasta ahora la policía digital no lo ha encontrado porque no comete delitos graves. Nos da juegos sin costo, entre otras cosas que sólo son para divertirnos. La otra vez estaba tratando de hackear un concurso de unas flyboards, ¡no!, ¿será?...
—No me digas que...
—Exacto —dijo Javier con una gran sonrisa en su rostro.
—¡Lograste hackear la cuenta del concurso!
—Con quién crees que estás hablando —Javier hizo su pelo para atrás, se paró derecho y levantó tres veces las cejas.
—¿Dónde está?... ¡Es broma!
Se acercó a la esquina de un edificio y sacó dos flyboards.
—Ten —levantó su mano y me dio una.
—¡No es cierto!, ¿te dieron dos?
—Hice que el premio cambiara y en vez de una, ahora eran dos. De hecho, cuando llegué a reclamar el premio, no entendían qué pasaba, pero no podían echarse para atrás.
—¡Eres genial!
Nuestra alegría se esfuma cuando a lo lejos sale Roberto, el jefe. Javier me contó que no le gusta que sus trabajadores pierdan ni un segundo. Con una mirada nos presiona y nos vamos a cambiar.
El trabajo es sencillo, no requiere inteligencia, pero sí fuerza, y aunque detesto hacer ejercicio no me queda de otra. La prueba es ver si el nuevo, o sea yo, resiste una noche cargando costales y cajas de mercancía. Los robots hacen este trabajo, pero hay dueños de pequeñas empresas que no se pueden dar el lujo de comprarlos, sólo las grandes corporaciones pueden costearlos. Por tanto, nosotros nos convertimos en mano de obra barata; es un trabajo cansado y por supuesto mal pagado. Al principio, mi mamá no quería, pero la convencí diciendo que si bajaban mis calificaciones, lo dejaría, entonces accedió. Y por supuesto, haré que esto funcione para que pueda descansar y quedarse con Vera en las tardes, ver una película o no hacer nada. El otro día me platicó que deseaba hacer pan en casa y venderlo, aunque no dejará mucho, estaré feliz porque es algo que le gusta hacer y, sobre todo, estará segura.
Como todos los trabajos de la zona cero tienen un riesgo y éste es blanco de robos armados, Javier me dijo que para eso contrataron a los dos policías, espero que sean suficiente, no quiero ser testigo de un asalto.
Después de unas horas y de que mi cuerpo sudó, nos toca un descanso, ese tiempo es tan corto que alcanza para un refrigerio o para ir al baño.
—No te parece que la zona cero está más oscura de lo normal —dijo Javier.
—No, siempre está así… voy al baño antes de iniciar.
Javier me hace una seña con la mano de que me escuchó. Esta parte de la ciudad siempre está oscura. El baño se encuentra a unos metros del lugar de carga, la luz ilumina el camino hacia donde tengo que ir y hace que se vea como bruma, ¡contaminación pura! Unos pasos y vuelvo a sentir ese mareo, me recargo en la pared y me deslizo hasta sentarme; en la espesura, se abré el agujero que me succiona tan rápido que ni siquiera consigo parpadear. Estoy en otro lugar. Salivo, náuseas, salivo, náuseas; más saliva, más náuseas, todo parece real, pero no lo es, ¡no puede ser!, o ¿lo es? El cielo es púrpura, sutil, delicado, tono pastel que colorea mis ojos. Parado a la orilla de lo que parece ser una playa, con el mar de tono azul intenso, transparente, limpio, ¡jamás he visto algo tan limpio! Puedo ver los animales extravagantes. Me quito la máscara, me agarro la cara con mis manos de arriba a abajo y distorsiono mis facciones. ¡Esto no es cierto, no puede estar sucediendo!... Cierro los ojos para deleitarme con el aire fresco y sin olores, respiro, respiro como nunca lo había hecho. Olor dulce, húmedo, una mezcla entre algas y confituras.
Abro los ojos de jalón… ¡esto no puede ser real!, ¿será mi imaginación?, ya sé… es el cansancio que tengo, ando tan agotado que estoy inventando cosas. Pero los árboles ¡impresionantes!, me acerco, ¡oh, son tan bellos!, textura tan similar a los de la Tierra, pero cada que los toco sueltan una luz amarilla, como hada nórdica, parecen que estuvieran vivos.
A lo lejos, a la orilla de una montaña se encuentra parada una mujer de pelo blanco, voltea y me sonríe, con su mano me llama, camino hacia ella y escuchó mi nombre.
—¡Álister, Álister, Álister! — Javier lo sacudió abruptamente.
—¿Qué sucedió?
—¡Te quedaste en trance!, te gritaba y gritaba, te sacudí varias veces hasta que reaccionaste.
—Después te cuento, hay que regresar a trabajar.
Javier me miró impactado, pero no quería perder mi oportunidad en este trabajo y tampoco sabría cómo explicárselo, al cabo ni yo sé lo que sucedió.
Después de unas cuantas horas terminamos la jornada, me siento a esperar a Roberto, porque me dirá si obtuve el empleo.
—Si quieres puedes irte.
—No, para nada, te espero —dijo Javier.
Se sienta a mi lado, Javier sabe que puede tardar eternidades, porque a él le hizo esperar cuatro horas sólo para demostrar quién es el jefe.
—Además tenemos que probarlas —dijo Javier refiriéndose a las flyboards.
Aún pienso en lo que vi y puede ser un sueño, no será la primera vez que tenga esos sueños tan vividos.
—No me siento cansado.
—Deberías, mi primera vez fue fatal —dijo Javier.
Pasaron cuatro horas y por fin sale Roberto. Me levanto y sonríe enseñando esos dientes desgastados y en su mayoría negros, toma un trago de cerveza que se pasa por la boca como enjuague bucal, eructa y después de unos segundos me dice: “Lo conseguiste, pero recuerda que hay pocos trabajos allá afuera, así que valora éste, a lo mejor es el último que tendrás”. Escuchar esas palabras me da coraje y a la vez me hacen dudar, ¿será que tiene razón? “¡No puedes pensar así!”, me dije una y otra vez. Me levanto y le doy la gracias que no son correspondidas, Roberto se mete a su oficina y azota la puerta.
Veo a Javier cansado, sólo quiere ir a casa, pero esboza una sonrisa, porque no regresaremos en el transporte público, ahora tenemos las flyboards.
La tomo y la acaricio lentamente, si no fuera un obsequio no podría comprarla y menos en estos momentos. Pongo un pie y luego el otro, automáticamente salen unas correas de metal que se enganchan. Adelante, sobre la orilla, se enciende un tono verde, quiere decir que la batería está llena y podemos comenzar el viaje.
Ascendemos hasta llegar al punto donde el aire es respirable. Javier y yo nos quitamos las máscaras, deslizamos suave, a gran velocidad disfrutando del viento. En mi mundo son pocos los momentos de alegría, por eso los tomo y me aferro observando cada detalle para que quede plasmado en mi memoria. ¡Sigo sonriendo y disfrutando del viento!