Hoy quiero compartir algo que me complementa y es parte de mi esencia, el movimiento. Al iniciar con este proyecto de escritura hice talleres que contenían este subir y bajar, jugar y crear, porque yo aprendo de esa manera.
Hace poco tiempo me enteré de que mi rodilla no andaba bien, casi me terminé el cartílago. Necesitaré operación a mis cuarenta y cinco años. Al principio me sentí triste y débil porque siempre me he sentido como una persona que puede hacer todo y sumamente fuerte.
Mientras manejaba mi motoneta atravesando la ciudad de Cuernavaca, reflexioné. Pensé en todo lo que mi rodilla hizo por mí y una sonrisa de oreja a oreja se apareció en mi rostro. Le di las gracias por todo lo bonito que me ha enseñado.
Mi papá tiene el hábito del ejercicio, así que de ahí lo aprendí. Desde pequeños a mis hermanos y a mí nos metieron a infinidad de deportes, en mí caso gimnasia olímpica, cuerda entre tantas cosas más.
Me identifiqué con la palabra movimiento y por ende la utilizó al crear mis textos y mis talleres. Yo empecé con todo en este movimiento cuando a los trece años me detectaron hipotiroidismo. Es una enfermedad en la cual la tiroides deja de funcionar y se sube de peso entre otras cosas, de hecho, la padecen la mayoría de las mujeres después de los cuarenta. En mi caso empecé a los trece años. Mi doctora me dijo que si quería mantener mi peso tendría que hacer ejercicio. Entrené fuertemente en la preparatoria, básquet por dos años.
Después vino el periodo de la universidad e inicié la carrera de derecho. ¡En qué estaba pensando! me quedaba dormida y lo único que me gustó de esos seis meses fue el baile. Lo impartían como clase extracurricular. Obviamente reprobé todas las materias y por supuesto al siguiente semestre no entré. Como no sabía que iba a estudiar entré a clases de jazz.
Al siguiente año me mudé a Cuernavaca para entrar a la universidad. Unas amigas locas me invitaron a jugar fútbol, aunque no me agradaba tanto, me encantó jugarlo y por cuatro años lo practiqué. Dentro de ese período llegó a la escuela una compañía de teatro que buscaban bailarinas, volví al baile, pero en está ocasión para la presentación de una obra.
Me identifiqué con la palabra movimiento y por ende la utilizó al crear mis textos y mis talleres.
A mis veintitrés años mi corazón palpitaba por algo diferente, los deportes extremos. Me encantó escalar, aunque nuca fui la mejor. También me fascinó hacer caminatas y sobretodo el rafting, pero llegó mi examen de la universidad y me enfoqué en los estudios, dejé de practicar.
Poco tiempo después me fui al D.F y trabajé para TV Azteca. Entré como “practicambre”, porque lo único que me pagaban era mi boleto de comida. En ese año corría para mantenerme activa. Obviamente no me gustó el ambiente, así que conseguí trabajo en los estudios Churubusco. Conocí a un director que me quedó a deber dinero, seguía corriendo. Cuando no tengo lana para hacer deportes, corro, así que corrí.
Como no sabía hacía dónde iba con mi vida, decidí aprender inglés, me fui de au pair al extranjero. Y comenzó otra etapa de deportes geniales, inicié con el gimnasio cuatro horas diarias y lo que me emocionó fue el snowboarding, ¡lo amé! Me quedé el siguiente año en USA y a la par jugué fútbol, practiqué Mua Thai un arte marcial tailandés, mientras seguía con el snowboarding. Con este último me encantaba saltar entre montañas de nieve, lo aprendí tan rápido que si hubiese seguido en él estaría haciendo cosas increíbles. Como todo acaba, mi ciclo de au pair terminó.
Regresé a México y empecé a estudiar la maestría en Literatura y a trabajar como profesora. Pero el movimiento me llamaba, decidí continuar con el Mua Thai, aunque no me agradó como impartían las clases. Seguí buscando y de casualidad vi que daban Danza aérea y pensé “eso suena interesante”. En ese momento tenía veintinueve años.
Durante tres años mas complementé con danza contemporánea, ballet del cual no soy fan, danza folclórica que fue más difícil de lo que pensé. Me daba risa porque yo practicaba con chavitas de quince en adelante. Y yo casi con treinta. Pero cuando hay pasión nada te detiene.
Por añadidura hice amigos nuevos y esa energía trajo consigo la creación de una obra de arte circense y otro ciclo concluyó.
Me salí de dar clases para el proyecto de beka.soy e inicié mi etapa de gimnasio. Hice zumba, aunque todos se burlan de la gente que hace esto, yo en verdad lo disfrutaba. Conseguí amigas en ese lugar y nos la pasábamos genial. También nadaba, aprendí yoga que me sorprendió porque no es nada sencillo. Me quedé dos años y me aburrí porque las clases eran las mismas todo el tiempo.
A mis treinta y ocho años quería algo más pesado y me metí al Cross, aunque sólo aguanté nueve meses porque mi rodilla dijo “ya no más”. Al principio me sentí triste, pero al hacer toda esta reflexión, valió la pena. Mi esposo me preguntó alguna vez “¿por qué no te dedicaste al deporte? Hubieses sido una gran stunt (dobles de películas)” La verdad nunca lo pensé. Creo que la vida es sabía y te lleva a los lugares precisos. Te enseña las cosas que tienes que aprender.
Le di gracias a mi rodilla y también le dije que aún nos queda camino por recorrer. La cuidaré, y sanará, la fortaleceré, la protegeré para seguir con la pasión del deporte, porque Beka es movimiento, porque Beka soy.
Hoy quiero compartir algo que me complementa y es parte de mi esencia, el movimiento. Al iniciar con este proyecto de escritura hice talleres que contenían este subir y bajar, jugar y crear, porque yo aprendo de esa manera.
Hace poco tiempo me enteré de que mi rodilla no andaba bien, casi me terminé el cartílago. Necesitaré operación a mis cuarenta y cinco años. Al principio me sentí triste y débil porque siempre me he sentido como una persona que puede hacer todo y sumamente fuerte.
Mientras manejaba mi motoneta atravesando la ciudad de Cuernavaca, reflexioné. Pensé en todo lo que mi rodilla hizo por mí y una sonrisa de oreja a oreja se apareció en mi rostro. Le di las gracias por todo lo bonito que me ha enseñado.
Mi papá tiene el hábito del ejercicio, así que de ahí lo aprendí. Desde pequeños a mis hermanos y a mí nos metieron a infinidad de deportes, en mí caso gimnasia olímpica, cuerda entre tantas cosas más.
Me identifiqué con la palabra movimiento y por ende la utilizó al crear mis textos y mis talleres. Yo empecé con todo en este movimiento cuando a los trece años me detectaron hipotiroidismo. Es una enfermedad en la cual la tiroides deja de funcionar y se sube de peso entre otras cosas, de hecho, la padecen la mayoría de las mujeres después de los cuarenta. En mi caso empecé a los trece años. Mi doctora me dijo que si quería mantener mi peso tendría que hacer ejercicio. Entrené fuertemente en la preparatoria, básquet por dos años.
Después vino el periodo de la universidad e inicié la carrera de derecho. ¡En qué estaba pensando! me quedaba dormida y lo único que me gustó de esos seis meses fue el baile. Lo impartían como clase extracurricular. Obviamente reprobé todas las materias y por supuesto al siguiente semestre no entré. Como no sabía que iba a estudiar entré a clases de jazz.
Al siguiente año me mudé a Cuernavaca para entrar a la universidad. Unas amigas locas me invitaron a jugar fútbol, aunque no me agradaba tanto, me encantó jugarlo y por cuatro años lo practiqué. Dentro de ese período llegó a la escuela una compañía de teatro que buscaban bailarinas, volví al baile, pero en está ocasión para la presentación de una obra.
Me identifiqué con la palabra movimiento y por ende la utilizó al crear mis textos y mis talleres.
A mis veintitrés años mi corazón palpitaba por algo diferente, los deportes extremos. Me encantó escalar, aunque nuca fui la mejor. También me fascinó hacer caminatas y sobretodo el rafting, pero llegó mi examen de la universidad y me enfoqué en los estudios, dejé de practicar.
Poco tiempo después me fui al D.F y trabajé para TV Azteca. Entré como “practicambre”, porque lo único que me pagaban era mi boleto de comida. En ese año corría para mantenerme activa. Obviamente no me gustó el ambiente, así que conseguí trabajo en los estudios Churubusco. Conocí a un director que me quedó a deber dinero, seguía corriendo. Cuando no tengo lana para hacer deportes, corro, así que corrí.
Como no sabía hacía dónde iba con mi vida, decidí aprender inglés, me fui de au pair al extranjero. Y comenzó otra etapa de deportes geniales, inicié con el gimnasio cuatro horas diarias y lo que me emocionó fue el snowboarding, ¡lo amé! Me quedé el siguiente año en USA y a la par jugué fútbol, practiqué Mua Thai un arte marcial tailandés, mientras seguía con el snowboarding. Con este último me encantaba saltar entre montañas de nieve, lo aprendí tan rápido que si hubiese seguido en él estaría haciendo cosas increíbles. Como todo acaba, mi ciclo de au pair terminó.
Regresé a México y empecé a estudiar la maestría en Literatura y a trabajar como profesora. Pero el movimiento me llamaba, decidí continuar con el Mua Thai, aunque no me agradó como impartían las clases. Seguí buscando y de casualidad vi que daban Danza aérea y pensé “eso suena interesante”. En ese momento tenía veintinueve años.
Durante tres años mas complementé con danza contemporánea, ballet del cual no soy fan, danza folclórica que fue más difícil de lo que pensé. Me daba risa porque yo practicaba con chavitas de quince en adelante. Y yo casi con treinta. Pero cuando hay pasión nada te detiene.
Por añadidura hice amigos nuevos y esa energía trajo consigo la creación de una obra de arte circense y otro ciclo concluyó.
Me salí de dar clases para el proyecto de beka.soy e inicié mi etapa de gimnasio. Hice zumba, aunque todos se burlan de la gente que hace esto, yo en verdad lo disfrutaba. Conseguí amigas en ese lugar y nos la pasábamos genial. También nadaba, aprendí yoga que me sorprendió porque no es nada sencillo. Me quedé dos años y me aburrí porque las clases eran las mismas todo el tiempo.
A mis treinta y ocho años quería algo más pesado y me metí al Cross, aunque sólo aguanté nueve meses porque mi rodilla dijo “ya no más”. Al principio me sentí triste, pero al hacer toda esta reflexión, valió la pena. Mi esposo me preguntó alguna vez “¿por qué no te dedicaste al deporte? Hubieses sido una gran stunt (dobles de películas)” La verdad nunca lo pensé. Creo que la vida es sabía y te lleva a los lugares precisos. Te enseña las cosas que tienes que aprender.
Le di gracias a mi rodilla y también le dije que aún nos queda camino por recorrer. La cuidaré, y sanará, la fortaleceré, la protegeré para seguir con la pasión del deporte, porque Beka es movimiento, porque Beka soy.
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