¡Sí! Antes de que existieran las versiones que conocemos, en las calles de algunos países de Europa se podían escuchar joyas literarias surgidas de la imaginación poética de los pueblos. Estas narraciones tan conocidas al día de hoy no estaban dirigidas a un público infantil, más bien, eran narradas para el público popular; y muchas de ellas tenían un toque bastante macabro, porque pretendían aleccionar moralmente o advertir sobre ciertos peligros a la población.
Con el paso del tiempo, estas historias sufrieron algunas alteraciones en su contenido porque fue hasta el siglo XIX que surgió un interés muy grande por atesorar de forma escrita estas tradiciones orales.
Fueron Charles Perrault (escritor francés) y los Hermanos Grimm (académicos alemanes).
Charles Perrault, fue el primer autor en adaptar diversas historias populares de la tradición oral en un recopilatorio que tituló: Cuentos de mamá ganso en el año de 1697. Esta edición incluía a: La Bella Durmiente, Barba Azul, El gato con botas, Cenicienta, entre otras. No todas eran relatos originales pero él fue el primero en darles estructura según los cánones literarios de ese tiempo.
Mas tarde, en el siglo XIX, se cuenta que los Hermanos Grimm emprendieron una extraordinaria aventura a pie en distintas regiones de Alemania para recolectar relatos que ya formaban parte del folklore de este país. Pero, algunos de los cuentos más famosos que se les atribuyen, no se obtuvieron de estas recopilaciones, en realidad, fueron adaptaciones de cuentos previamente publicados (como los de Charles Perrault).
Se dice que Jacob Grimm empezó a publicar sus cuentos en periódicos y su hermano Wilhelm fue el que buscó publicarlos en almanaques para niños, retocando sólo algunas características que no se consideraban aptas para el público infantil. Sin embargo, seguían siendo versiones bastante oscuras, porque recordemos que el objetivo de estos hermanos no era escribir cuentos infantiles, buscaban resguardar en sus escritos las narraciones orales de sus tiempos.
En 1812 los hermanos Grimm publicaron el primer tomo de su libro: Cuentos de la infancia y del hogar. ¡Fue todo un éxito! Y a esta edición le siguieron muchas más.
“Los cuentos nos han hecho famosos en todo el mundo.” escribió Wilhelm.
Sin duda alguna, la labor de los hermanos Grimm y de Charles Perrault, fue de mucho valor pues ayudó a preservar, transmitir y popularizar muchos de los cuentos con los que crecimos y a los que les tenemos un cariño muy especial.
Antes de que existiera la famosísima y oscura versión de los hermanos Grimm sobre este cuento tan popular, un escritor francés llamado Charles Perrault escribió en el siglo XVII una versión un tanto diferente sobre La Cenicienta.
Probablemente, su cuento sea el más parecido a la versión de Disney que todos conocemos.
En su versión se cuenta la historia de una joven de una dulzura y bondad inigualable. El cuento comienza cuando su padre se casa por segunda vez con una mujer altanera y malvada que tenía dos hijas muy parecidas a ella.
La madrastra odiaba tanto a la hija de su esposo que la obligaba a realizar las tareas más complicadas del hogar, mientras que ellas disfrutaban de todos los lujos que podían tener. La joven aguantaba todos esos abusos con paciencia y no se atrevía a quejarse por miedo a que su padre se molestara con ella.
Todos los días, cuando terminaba sus quehaceres se sentaba en un rincón cerca de la chimenea repleto de ceniza, por eso la llamaban Cenicienta. Esta jovencita usaba las ropas más desgastadas y siempre estaba cubierta de una ligera capa de polvo, sin embargo, esto no le restaba belleza.
Cuenta la historia, que el hijo del rey, organizó un baile extraordinario e invitó a todas las personas distinguidas del reino; por supuesto, que las hermanastras de Cenicienta no desaprovecharon la ocasión y buscaron sus mejores vestidos para asistir. Cenicienta era tan gentil que, a pesar del maltrato que recibía, apoyaba en todo a sus hermanastras, y esa noche no fue la excepción. Las peinó, les ayudó a ponerse sus hermosos vestidos y aguantó todas las burlas que hacían sobre ella, porque una muchachita tan desprolija no podría asistir al baile.
Estaba muy tan triste que su hada madrina se le apareció y le proporcionó todo lo que necesitaba para que pudiera asistir como: un carruaje que antes era una calabaza, hermosos caballos que antes eran ratas, un impecable cochero que en realidad era un ratón y seis lagartos que funcionaron como lacayos. Todo esto sucedió gracias a la varita mágica que el hada madrina poseía. Lo único que faltaba era que Cenicienta vistiera un atuendo apropiado, y le confeccionó un vestido de oro y plata. Cenicienta llegó al baile y deslumbró a todos con su hermosura, incluyendo al príncipe. Nadie la reconoció, incluso se sentó con sus hermanastras y fue muy atenta con ellas. Cuando casi daba la medianoche, Cenicienta se fue y volvió a casa. Todo había regresado a la normalidad.
Al día siguiente, se realizó otro baile al que Cenicienta también asistió con un vestido aún más hermoso y fue esa noche en la que se olvidó por completo de la advertencia de su hada madrina. Cuando faltaba muy poco tiempo para la medianoche, Cenicienta se percató de la hora y salió corriendo dejando una zapatilla de cristal en el camino. El hijo del rey la levantó con cuidado y proclamó que se casaría con la dueña de tan hermosa zapatilla.
Todas las mujeres de la corte se la probaron pero a ninguna le quedó. Las hermanastras de Cenicienta no podían faltar e hicieron todo lo posible para que les entrara, pero fracasaron. Sólo quedaba esa pobre muchacha cubierta de ceniza, y cómo la orden era probarla en todas las jóvenes del pueblo, el hombre que colocaba la zapatilla se la acercó a su piececito y vio que encajaba perfecto. Entonces, Cenicienta sacó la otra zapatilla y su hada madrina la vistió con un atuendo precioso. Sus hermanastras al verla tan imponente le rogaron que las perdonase, y como Cenicienta tenía un corazón amable, lo hizo. Pocos días después se casó con el príncipe y ordenó que sus hermanastras también fueran al palacio, y como muestra de amabilidad, las casó con señores muy distinguidos de la corte.
En esta versión, Charles Perrault, muestra la reconciliación de Cenicienta con sus hermanastras y aporta dos moralejas al final del cuento: una que habla sobre la importancia de la bondad y la gentileza por encima de todo.
Como puedes darte cuenta esta versión no es tan oscura como las de los hermanos Grimm que surgió hasta el siglo XIX. Jacob y Wilhelm, le dieron a este cuento un giro muy interesante, porque no tiene un final tan positivo ni alentador y sugieren que las malas acciones tienen consecuencias graves.
El cuento inicia con la joven Cenicienta llorando la muerte de su madre, en esta versión también se resalta que es una mujer noble y de buen corazón. Cuando el invierno termina y empieza la primavera, su padre decide casarse por segunda vez. Su nueva madrastra y sus hijas son malas y abusan de la pobre huérfana dándole las tareas más pesadas y humillantes, era tanta su maldad que no la dejaban recostarse en su cama y la obligaban a dormir en la cenizas. Siempre estaba polvorienta y sucia así que deciden llamarla Cenicienta.
Un día su padre sale de viaje y ella le pide que le traiga la primera ramita que toque su sombrero. Su padre cumplió su promesa y a su regreso le obsequió un pequeño retoño. Cenicienta lo plantó en el jardín y creció un frondoso avellano en el que se posaba un pájaro blanco que le concedía grandes deseos.
La madrastra de Cenicienta tampoco le permite asistir al baile que organiza el rey, sin embargo arroja lentejas y le da dos horas para que realice la tarea, solo así podría ir. Cenicienta le pide ayuda a unas aves para terminar rápido y logra el cometido, pero la madrastra tira más lentejas a las cenizas, pero ahora sólo tiene una hora para conseguirlo. Con ayuda de las palomas y las tortolitas lo logra, sin embargo estaba mintiendo pues no le permitió asistir.
Cenicienta estaba triste que se refugió en su avellano, donde también se encontraba la tumba de su madre, y le pidió al árbol que le regalara oro y plata. El pájaro que siempre se posaba en sus ramas se lo concedió, le obsequió un hermoso vestido y unas zapatillas con adornos de seda y plata. Cenicienta pudo ir al baile y deslumbró al galante príncipe. La joven asistió a las tres noches en las que se celebró el baile gracias a la ayuda del pájaro del avellano y nadie la pudo descubrir. Fue hasta el tercer baile que extravió su zapatilla y el príncipe declaró que se casaría con la mujer cuyo pie se ajustará a ese zapato.
Obviamente, las ambiciosas hermanastras se alegraron mucho y estaban deseosas de probarse la zapatilla. La primera, tuvo un pequeño inconveniente porque el dedo gordo de su pie no entraba, así que su madre le ordenó que se lo cortara. Ella obedeció, se aguantó el dolor y por un momento engañó al príncipe.
Cuando iban en su caballo para ir al palacio, el pájaro del avellano le susurró: “Sangre hay en el zapato. El zapato no le va. La novia verdadera en casa está.” El príncipe se dio cuenta y volvió a la casa. Ahora era el turno de la siguiente hermanastra a la que tampoco le quedó y su madre le dijo que se cortara un pedazo de talón. Sucedió lo mismo que con la primera, en el camino, el ave le advirtió que ella no era la mujer que buscaba. El príncipe volvió nuevamente y era el turno de Cenicienta. Por más que la madrastra intentaba ocultarla y convencer al príncipe de que ella no podría ser la indicada pues era una jovencita sucia y miserable, el joven príncipe insistió. La zapatilla le quedó a la perfección y él reconoció su bello rostro.
El día de la boda, las hermanastras querían estar cerca de la nueva princesa porque a su lado serían dichosas. Caminaron al lado de Cenicienta pero nunca imaginaron que unas palomas que volaban cerca le sacarían los ojos como castigo por su maldad. Las hermanastras quedaron ciegas y condenadas para el resto de sus días.
Como puedes ver, ambas historias comparten ciertas similitudes pero los Hermanos Grimm no fueron tan indulgentes con estas malvadas hermanastras. Sus versiones de los cuentos populares eran mucho más crueles, oscuras y para un público adulto.
Una versión es del escritor francés Charles Perrault, y la que se hizo más popular que la de los famosos Hermanos Grimm. Aunque ambas versiones narran la historia de Caperucita, la abuela y el temible lobo, podemos encontrar algunas diferencias.
En ambas historias, Caperucita es una niña inocente y dulce que corre un gran peligro al encontrarse en el bosque, con un cruel y despiadado lobo, pero el final es completamente diferente en cada versión.
Perrault decide darle un final bastante trágico a esta historia, porque tanto Caperucita como la abuela mueren sin que nadie pudiera ayudarlas. Esta versión es mucho más oscura y para nada es un cuento infantil. En cambio, los Hermanos Grimm escribieron un final más compasivo en el que Caperucita y su abuela logran salvarse con ayuda del cazador.
Tanto la versión de Perrault como la versión de los hermanos Grimm pretenden aleccionar al lector. En la primera, la moraleja advierte a las mujeres jóvenes de los peligros que las acechan y señala que no deben fiarse de los extraños. Y la versión de los hermanos Grimm intenta enseñar a los niños y niñas la importancia de obedecer a sus padres.
Para concluir, tanto las versiones de Charles Perrault como las de los Hermanos Grimm ofrecen diferentes interpretaciones de los cuentos populares. Sin duda, estos dos autores han dejado un legado en la literatura y sus cuentos se siguen leyendo hoy en día. Como puedes ver, cada versión es única a su manera, ¡y depende del lector decidir cuál prefiere!
¡Sí! Antes de que existieran las versiones que conocemos, en las calles de algunos países de Europa se podían escuchar joyas literarias surgidas de la imaginación poética de los pueblos. Estas narraciones tan conocidas al día de hoy no estaban dirigidas a un público infantil, más bien, eran narradas para el público popular; y muchas de ellas tenían un toque bastante macabro, porque pretendían aleccionar moralmente o advertir sobre ciertos peligros a la población.
Con el paso del tiempo, estas historias sufrieron algunas alteraciones en su contenido porque fue hasta el siglo XIX que surgió un interés muy grande por atesorar de forma escrita estas tradiciones orales.
Fueron Charles Perrault (escritor francés) y los Hermanos Grimm (académicos alemanes).
Charles Perrault, fue el primer autor en adaptar diversas historias populares de la tradición oral en un recopilatorio que tituló: Cuentos de mamá ganso en el año de 1697. Esta edición incluía a: La Bella Durmiente, Barba Azul, El gato con botas, Cenicienta, entre otras. No todas eran relatos originales pero él fue el primero en darles estructura según los cánones literarios de ese tiempo.
Mas tarde, en el siglo XIX, se cuenta que los Hermanos Grimm emprendieron una extraordinaria aventura a pie en distintas regiones de Alemania para recolectar relatos que ya formaban parte del folklore de este país. Pero, algunos de los cuentos más famosos que se les atribuyen, no se obtuvieron de estas recopilaciones, en realidad, fueron adaptaciones de cuentos previamente publicados (como los de Charles Perrault).
Se dice que Jacob Grimm empezó a publicar sus cuentos en periódicos y su hermano Wilhelm fue el que buscó publicarlos en almanaques para niños, retocando sólo algunas características que no se consideraban aptas para el público infantil. Sin embargo, seguían siendo versiones bastante oscuras, porque recordemos que el objetivo de estos hermanos no era escribir cuentos infantiles, buscaban resguardar en sus escritos las narraciones orales de sus tiempos.
En 1812 los hermanos Grimm publicaron el primer tomo de su libro: Cuentos de la infancia y del hogar. ¡Fue todo un éxito! Y a esta edición le siguieron muchas más.
“Los cuentos nos han hecho famosos en todo el mundo.” escribió Wilhelm.
Sin duda alguna, la labor de los hermanos Grimm y de Charles Perrault, fue de mucho valor pues ayudó a preservar, transmitir y popularizar muchos de los cuentos con los que crecimos y a los que les tenemos un cariño muy especial.
Antes de que existiera la famosísima y oscura versión de los hermanos Grimm sobre este cuento tan popular, un escritor francés llamado Charles Perrault escribió en el siglo XVII una versión un tanto diferente sobre La Cenicienta.
Probablemente, su cuento sea el más parecido a la versión de Disney que todos conocemos.
En su versión se cuenta la historia de una joven de una dulzura y bondad inigualable. El cuento comienza cuando su padre se casa por segunda vez con una mujer altanera y malvada que tenía dos hijas muy parecidas a ella.
La madrastra odiaba tanto a la hija de su esposo que la obligaba a realizar las tareas más complicadas del hogar, mientras que ellas disfrutaban de todos los lujos que podían tener. La joven aguantaba todos esos abusos con paciencia y no se atrevía a quejarse por miedo a que su padre se molestara con ella.
Todos los días, cuando terminaba sus quehaceres se sentaba en un rincón cerca de la chimenea repleto de ceniza, por eso la llamaban Cenicienta. Esta jovencita usaba las ropas más desgastadas y siempre estaba cubierta de una ligera capa de polvo, sin embargo, esto no le restaba belleza.
Cuenta la historia, que el hijo del rey, organizó un baile extraordinario e invitó a todas las personas distinguidas del reino; por supuesto, que las hermanastras de Cenicienta no desaprovecharon la ocasión y buscaron sus mejores vestidos para asistir. Cenicienta era tan gentil que, a pesar del maltrato que recibía, apoyaba en todo a sus hermanastras, y esa noche no fue la excepción. Las peinó, les ayudó a ponerse sus hermosos vestidos y aguantó todas las burlas que hacían sobre ella, porque una muchachita tan desprolija no podría asistir al baile.
Estaba muy tan triste que su hada madrina se le apareció y le proporcionó todo lo que necesitaba para que pudiera asistir como: un carruaje que antes era una calabaza, hermosos caballos que antes eran ratas, un impecable cochero que en realidad era un ratón y seis lagartos que funcionaron como lacayos. Todo esto sucedió gracias a la varita mágica que el hada madrina poseía. Lo único que faltaba era que Cenicienta vistiera un atuendo apropiado, y le confeccionó un vestido de oro y plata. Cenicienta llegó al baile y deslumbró a todos con su hermosura, incluyendo al príncipe. Nadie la reconoció, incluso se sentó con sus hermanastras y fue muy atenta con ellas. Cuando casi daba la medianoche, Cenicienta se fue y volvió a casa. Todo había regresado a la normalidad.
Al día siguiente, se realizó otro baile al que Cenicienta también asistió con un vestido aún más hermoso y fue esa noche en la que se olvidó por completo de la advertencia de su hada madrina. Cuando faltaba muy poco tiempo para la medianoche, Cenicienta se percató de la hora y salió corriendo dejando una zapatilla de cristal en el camino. El hijo del rey la levantó con cuidado y proclamó que se casaría con la dueña de tan hermosa zapatilla.
Todas las mujeres de la corte se la probaron pero a ninguna le quedó. Las hermanastras de Cenicienta no podían faltar e hicieron todo lo posible para que les entrara, pero fracasaron. Sólo quedaba esa pobre muchacha cubierta de ceniza, y cómo la orden era probarla en todas las jóvenes del pueblo, el hombre que colocaba la zapatilla se la acercó a su piececito y vio que encajaba perfecto. Entonces, Cenicienta sacó la otra zapatilla y su hada madrina la vistió con un atuendo precioso. Sus hermanastras al verla tan imponente le rogaron que las perdonase, y como Cenicienta tenía un corazón amable, lo hizo. Pocos días después se casó con el príncipe y ordenó que sus hermanastras también fueran al palacio, y como muestra de amabilidad, las casó con señores muy distinguidos de la corte.
En esta versión, Charles Perrault, muestra la reconciliación de Cenicienta con sus hermanastras y aporta dos moralejas al final del cuento: una que habla sobre la importancia de la bondad y la gentileza por encima de todo.
Como puedes darte cuenta esta versión no es tan oscura como las de los hermanos Grimm que surgió hasta el siglo XIX. Jacob y Wilhelm, le dieron a este cuento un giro muy interesante, porque no tiene un final tan positivo ni alentador y sugieren que las malas acciones tienen consecuencias graves.
El cuento inicia con la joven Cenicienta llorando la muerte de su madre, en esta versión también se resalta que es una mujer noble y de buen corazón. Cuando el invierno termina y empieza la primavera, su padre decide casarse por segunda vez. Su nueva madrastra y sus hijas son malas y abusan de la pobre huérfana dándole las tareas más pesadas y humillantes, era tanta su maldad que no la dejaban recostarse en su cama y la obligaban a dormir en la cenizas. Siempre estaba polvorienta y sucia así que deciden llamarla Cenicienta.
Un día su padre sale de viaje y ella le pide que le traiga la primera ramita que toque su sombrero. Su padre cumplió su promesa y a su regreso le obsequió un pequeño retoño. Cenicienta lo plantó en el jardín y creció un frondoso avellano en el que se posaba un pájaro blanco que le concedía grandes deseos.
La madrastra de Cenicienta tampoco le permite asistir al baile que organiza el rey, sin embargo arroja lentejas y le da dos horas para que realice la tarea, solo así podría ir. Cenicienta le pide ayuda a unas aves para terminar rápido y logra el cometido, pero la madrastra tira más lentejas a las cenizas, pero ahora sólo tiene una hora para conseguirlo. Con ayuda de las palomas y las tortolitas lo logra, sin embargo estaba mintiendo pues no le permitió asistir.
Cenicienta estaba triste que se refugió en su avellano, donde también se encontraba la tumba de su madre, y le pidió al árbol que le regalara oro y plata. El pájaro que siempre se posaba en sus ramas se lo concedió, le obsequió un hermoso vestido y unas zapatillas con adornos de seda y plata. Cenicienta pudo ir al baile y deslumbró al galante príncipe. La joven asistió a las tres noches en las que se celebró el baile gracias a la ayuda del pájaro del avellano y nadie la pudo descubrir. Fue hasta el tercer baile que extravió su zapatilla y el príncipe declaró que se casaría con la mujer cuyo pie se ajustará a ese zapato.
Obviamente, las ambiciosas hermanastras se alegraron mucho y estaban deseosas de probarse la zapatilla. La primera, tuvo un pequeño inconveniente porque el dedo gordo de su pie no entraba, así que su madre le ordenó que se lo cortara. Ella obedeció, se aguantó el dolor y por un momento engañó al príncipe.
Cuando iban en su caballo para ir al palacio, el pájaro del avellano le susurró: “Sangre hay en el zapato. El zapato no le va. La novia verdadera en casa está.” El príncipe se dio cuenta y volvió a la casa. Ahora era el turno de la siguiente hermanastra a la que tampoco le quedó y su madre le dijo que se cortara un pedazo de talón. Sucedió lo mismo que con la primera, en el camino, el ave le advirtió que ella no era la mujer que buscaba. El príncipe volvió nuevamente y era el turno de Cenicienta. Por más que la madrastra intentaba ocultarla y convencer al príncipe de que ella no podría ser la indicada pues era una jovencita sucia y miserable, el joven príncipe insistió. La zapatilla le quedó a la perfección y él reconoció su bello rostro.
El día de la boda, las hermanastras querían estar cerca de la nueva princesa porque a su lado serían dichosas. Caminaron al lado de Cenicienta pero nunca imaginaron que unas palomas que volaban cerca le sacarían los ojos como castigo por su maldad. Las hermanastras quedaron ciegas y condenadas para el resto de sus días.
Como puedes ver, ambas historias comparten ciertas similitudes pero los Hermanos Grimm no fueron tan indulgentes con estas malvadas hermanastras. Sus versiones de los cuentos populares eran mucho más crueles, oscuras y para un público adulto.
Una versión es del escritor francés Charles Perrault, y la que se hizo más popular que la de los famosos Hermanos Grimm. Aunque ambas versiones narran la historia de Caperucita, la abuela y el temible lobo, podemos encontrar algunas diferencias.
En ambas historias, Caperucita es una niña inocente y dulce que corre un gran peligro al encontrarse en el bosque, con un cruel y despiadado lobo, pero el final es completamente diferente en cada versión.
Perrault decide darle un final bastante trágico a esta historia, porque tanto Caperucita como la abuela mueren sin que nadie pudiera ayudarlas. Esta versión es mucho más oscura y para nada es un cuento infantil. En cambio, los Hermanos Grimm escribieron un final más compasivo en el que Caperucita y su abuela logran salvarse con ayuda del cazador.
Tanto la versión de Perrault como la versión de los hermanos Grimm pretenden aleccionar al lector. En la primera, la moraleja advierte a las mujeres jóvenes de los peligros que las acechan y señala que no deben fiarse de los extraños. Y la versión de los hermanos Grimm intenta enseñar a los niños y niñas la importancia de obedecer a sus padres.
Para concluir, tanto las versiones de Charles Perrault como las de los Hermanos Grimm ofrecen diferentes interpretaciones de los cuentos populares. Sin duda, estos dos autores han dejado un legado en la literatura y sus cuentos se siguen leyendo hoy en día. Como puedes ver, cada versión es única a su manera, ¡y depende del lector decidir cuál prefiere!
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