En la noche el sudor se desprende de mí. Quiero dejar de pensar en ese alguien o algo que se esconde en el rincón de mi cuarto. Pero ahí está, fijo, estático, no quiere irse. Cierro los ojos y sigue ahí, puedo ver sus uñas afiladas en contraluz. Ese ser con la cabeza torcida no se va, me sigue a dondequiera que voy. Sin embargo, me siento tranquila porque a mi lado se encuentra mi esposo dormido, veo su pecho subir y bajar a ritmo. Me acurruco con él, lo abrazo. Al voltear de nuevo al rincón ese ser extraño se ha ido. La tranquilidad regresa a mi corazón que ha dejado de latir con fuerza.
La maldición de Hill House es una serie que no te dejará dormir, vivirás, sufrirás a la par que los personajes sufren. Compartirás sus emociones, es una serie genial que se basa en la novela de Shirley Jackson bajo el mismo nombre, pero también toma ideas de la película que salió en 1963 con el nombre de The Haunting. El director de cine Mike Flanagan especialista en terror, tiene cintas como: Silencio, Oculus, Ausencia, Ouija: el origen del mal, entre otros. Pero esta serie trabajada de manera perfecta es la culminación de sus aprendizajes anteriores.
Segunda noche. Frente a mi cama está un señor alto, flota hacia mí. Parezco una niña, porque me escondo bajo la cama, empiezo a lloriquear sutilmente y me tapo la boca. Este día no hay nadie conmigo, estoy sola, siento mi cuerpo transpirar. Se inclina, escucho el crujir de sus huesos. No soporto más, el tiempo se hace eterno. Mi corazón palpita con fuerza parece que abrirá mi caja torácica desgarrando la piel hasta quedar expuesto. Cierro los ojos y cuando los vuelvo a abrir, ahí está con su mirada negra, profunda, que hace relucir mis más íntimos miedos. Grito y se ha ido.
La narrativa de la historia es tan estresante porque maneja dos niveles de terror. El primero es el básico, sonido y espanto. El segundo es un prolongado, sutil miedo que pareciese no tener fin; esto quiere decir que las tomas son largas, pausadas para que el terror penetre en tu ser. La ambientación, aunque empieza con la claridad de una hermosa casa antigua se vuelve oscura, hasta podría decir gótica. También existen estos secretos ocultos en las tomas, mientras los personajes dialogan o avanza la trama, puedes ver fantasmas en cada episodio. ¡Se muy observador!
Las noches avanzan, yo sin dormir. Me paro al baño, percibo el aire frío que inicia en mis pies y sube hasta envolver mi cuerpo. El vaho irradia por mi boca. La presencia está ahí, tiemblo desde las tripas hasta la punta de mi pelo. Me acerco a la pared porque escucho unas uñas que rascan de manera agresiva, desesperada. Los rasguños continúan más, más, más… hasta que un suspiro que no es mío me hace regresar de manera desesperada a la cama. Me vuelvo a sentir segura porque él, mi esposo, está ahí. Lo toco, voltea y el alarido sale de mí. Él tiene la cara ensangrentada y ojos blancos. Me caigo de la cama, me pego en la cabeza, en la espalda. Mi esposo se levanta y me dice: ¿estas bien?, su cara había regresado a la normalidad.
Es muy difícil que una serie de terror o película no me deje dormir. La Maldición de Hill House me hundió tanto en su historia qué, en la noche, en la oscuridad, los personajes cobraban vida. Creo que el terror tiene que tener ese efecto. La casa me encantó, es ese ser viviente que ataca a sus habitantes a través de sus miedos y debilidades. Al aproximarse el final toma un aire más existencial, porque sus personajes se cuestionan de lo que fue, es y será.
El final llegó, pero… ¿por qué continúo viendo seres extraños? Por qué sigo con este miedo que me inunda como un mar oscuro. Ellos me siguen y mi esposo se fue. Me he quedado para siempre en las tinieblas, me he quedado para siempre en Hill House.
En la noche el sudor se desprende de mí. Quiero dejar de pensar en ese alguien o algo que se esconde en el rincón de mi cuarto. Pero ahí está, fijo, estático, no quiere irse. Cierro los ojos y sigue ahí, puedo ver sus uñas afiladas en contraluz. Ese ser con la cabeza torcida no se va, me sigue a dondequiera que voy. Sin embargo, me siento tranquila porque a mi lado se encuentra mi esposo dormido, veo su pecho subir y bajar a ritmo. Me acurruco con él, lo abrazo. Al voltear de nuevo al rincón ese ser extraño se ha ido. La tranquilidad regresa a mi corazón que ha dejado de latir con fuerza.
La maldición de Hill House es una serie que no te dejará dormir, vivirás, sufrirás a la par que los personajes sufren. Compartirás sus emociones, es una serie genial que se basa en la novela de Shirley Jackson bajo el mismo nombre, pero también toma ideas de la película que salió en 1963 con el nombre de The Haunting. El director de cine Mike Flanagan especialista en terror, tiene cintas como: Silencio, Oculus, Ausencia, Ouija: el origen del mal, entre otros. Pero esta serie trabajada de manera perfecta es la culminación de sus aprendizajes anteriores.
Segunda noche. Frente a mi cama está un señor alto, flota hacia mí. Parezco una niña, porque me escondo bajo la cama, empiezo a lloriquear sutilmente y me tapo la boca. Este día no hay nadie conmigo, estoy sola, siento mi cuerpo transpirar. Se inclina, escucho el crujir de sus huesos. No soporto más, el tiempo se hace eterno. Mi corazón palpita con fuerza parece que abrirá mi caja torácica desgarrando la piel hasta quedar expuesto. Cierro los ojos y cuando los vuelvo a abrir, ahí está con su mirada negra, profunda, que hace relucir mis más íntimos miedos. Grito y se ha ido.
La narrativa de la historia es tan estresante porque maneja dos niveles de terror. El primero es el básico, sonido y espanto. El segundo es un prolongado, sutil miedo que pareciese no tener fin; esto quiere decir que las tomas son largas, pausadas para que el terror penetre en tu ser. La ambientación, aunque empieza con la claridad de una hermosa casa antigua se vuelve oscura, hasta podría decir gótica. También existen estos secretos ocultos en las tomas, mientras los personajes dialogan o avanza la trama, puedes ver fantasmas en cada episodio. ¡Se muy observador!
Las noches avanzan, yo sin dormir. Me paro al baño, percibo el aire frío que inicia en mis pies y sube hasta envolver mi cuerpo. El vaho irradia por mi boca. La presencia está ahí, tiemblo desde las tripas hasta la punta de mi pelo. Me acerco a la pared porque escucho unas uñas que rascan de manera agresiva, desesperada. Los rasguños continúan más, más, más… hasta que un suspiro que no es mío me hace regresar de manera desesperada a la cama. Me vuelvo a sentir segura porque él, mi esposo, está ahí. Lo toco, voltea y el alarido sale de mí. Él tiene la cara ensangrentada y ojos blancos. Me caigo de la cama, me pego en la cabeza, en la espalda. Mi esposo se levanta y me dice: ¿estas bien?, su cara había regresado a la normalidad.
Es muy difícil que una serie de terror o película no me deje dormir. La Maldición de Hill House me hundió tanto en su historia qué, en la noche, en la oscuridad, los personajes cobraban vida. Creo que el terror tiene que tener ese efecto. La casa me encantó, es ese ser viviente que ataca a sus habitantes a través de sus miedos y debilidades. Al aproximarse el final toma un aire más existencial, porque sus personajes se cuestionan de lo que fue, es y será.
El final llegó, pero… ¿por qué continúo viendo seres extraños? Por qué sigo con este miedo que me inunda como un mar oscuro. Ellos me siguen y mi esposo se fue. Me he quedado para siempre en las tinieblas, me he quedado para siempre en Hill House.
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