Esta que ves aquí, de rostro azteca, de cabello negro, frente liza y desembarazada; de ojos fuertes, aguerridos y sutiles, de nariz pequeña pero extraña. Esta que ves aquí de treinta y seis años con pequeñas manchas en el rostro que el sol ha dejado, de labios grandes y carnosos. Esta que ves aquí con los dientes casi perfectos pero con una distinción, un lunar grande y horrendo en la encía que un golpe de pequeña dejó. El cuerpo entre dos extremos: ni grande, ni pequeño. Este es el rostro de una autora que se construye día con día, de sueños peleados, de objetivos clavados. Esta que ves aquí que vive con pasión.
Esta que ves aquí que alienta constantemente a su mente para no caer en ese abismo de miedos e inseguridades.
Recuerdo cuando mi madre se sentaba a lado de mi, me ayudaba con las tareas y jamás me abandonaba. Ahí estaba yo, sentada en la silla frente a la mesa con los libros abiertos, con lagrimas a flor de piel porque no entendía la tarea. No comprendía porqué mi cerebro no era como el de mi hermano Victor con una mente casi fotográfica o como la de mi hermana Liliana con gran capacidad de razonamiento o Claudia, mi hermana mayor con un liderazgo rotundo. Todos con mayor inteligencia o al parecer eso creía yo.
En la preparatoria sentía que mi inteligencia no era buena, pasaba días completos metida en mi cuarto aprendiendo de memoria los temas que me daban los profesores y aún así no podía concentrarme. Pero el deporte era lo mío. Mientras pasaba el tiempo yo me retaba.
—Vivo feliz, me siento con vida, siento la eternidad en mis venas y mi cuerpo, todo el día bailo y lo amo. El baile se ha convertido en una pasión indescriptible, es como desaparecer, desvanecerse y sentir sólo la música. Mi madre me ha dicho que decida entre bailar para siempre o entrar a una carrera, ya que la última no salió del todo bien.
Rebeca estaba parada en el salón de baile frente al espejo. Recordaba porqué no quería regresar a la Universidad, recordaba las calificaciones obtenidas en la Licenciatura de Derecho; tres, cuatros y hasta un cero. Era una sensación de frustración ya que sus compañeros pasaban las materias de manera sencilla y se preguntaba si de verdad ella servía para el estudio. Se preguntaba que carrera volvería a elegir, se preguntaba si pasaría lo mismo.
— Es ahora o nunca, es tiempo de obtener, es tiempo de crecer y sé que el crecimiento es paulatino.
Después de la Universidad realice algunos trabajos lo cuales explotaron mi ser y corrompieron mi alma y en definitiva me sumieron más en la Literatura. Hoy sé que he comprado inteligencia.
Todos tenemos miedos e inseguridades, este fue el mío, cuál es el tuyo y cómo lo superaras...?
Esta que ves aquí, de rostro azteca, de cabello negro, frente liza y desembarazada; de ojos fuertes, aguerridos y sutiles, de nariz pequeña pero extraña. Esta que ves aquí de treinta y seis años con pequeñas manchas en el rostro que el sol ha dejado, de labios grandes y carnosos. Esta que ves aquí con los dientes casi perfectos pero con una distinción, un lunar grande y horrendo en la encía que un golpe de pequeña dejó. El cuerpo entre dos extremos: ni grande, ni pequeño. Este es el rostro de una autora que se construye día con día, de sueños peleados, de objetivos clavados. Esta que ves aquí que vive con pasión.
Esta que ves aquí que alienta constantemente a su mente para no caer en ese abismo de miedos e inseguridades.
Recuerdo cuando mi madre se sentaba a lado de mi, me ayudaba con las tareas y jamás me abandonaba. Ahí estaba yo, sentada en la silla frente a la mesa con los libros abiertos, con lagrimas a flor de piel porque no entendía la tarea. No comprendía porqué mi cerebro no era como el de mi hermano Victor con una mente casi fotográfica o como la de mi hermana Liliana con gran capacidad de razonamiento o Claudia, mi hermana mayor con un liderazgo rotundo. Todos con mayor inteligencia o al parecer eso creía yo.
En la preparatoria sentía que mi inteligencia no era buena, pasaba días completos metida en mi cuarto aprendiendo de memoria los temas que me daban los profesores y aún así no podía concentrarme. Pero el deporte era lo mío. Mientras pasaba el tiempo yo me retaba.
—Vivo feliz, me siento con vida, siento la eternidad en mis venas y mi cuerpo, todo el día bailo y lo amo. El baile se ha convertido en una pasión indescriptible, es como desaparecer, desvanecerse y sentir sólo la música. Mi madre me ha dicho que decida entre bailar para siempre o entrar a una carrera, ya que la última no salió del todo bien.
Rebeca estaba parada en el salón de baile frente al espejo. Recordaba porqué no quería regresar a la Universidad, recordaba las calificaciones obtenidas en la Licenciatura de Derecho; tres, cuatros y hasta un cero. Era una sensación de frustración ya que sus compañeros pasaban las materias de manera sencilla y se preguntaba si de verdad ella servía para el estudio. Se preguntaba que carrera volvería a elegir, se preguntaba si pasaría lo mismo.
— Es ahora o nunca, es tiempo de obtener, es tiempo de crecer y sé que el crecimiento es paulatino.
Después de la Universidad realice algunos trabajos lo cuales explotaron mi ser y corrompieron mi alma y en definitiva me sumieron más en la Literatura. Hoy sé que he comprado inteligencia.
Todos tenemos miedos e inseguridades, este fue el mío, cuál es el tuyo y cómo lo superaras...?
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