Era el mes de Diciembre y un regalo anticipado llegó a mis manos Crónicas Marcianas de Ray Bradbury autor de Farhenheit 451 y uno de mis autores preferidos. Emocionada abrí la envoltura transparente que tronaba como los cereales en la boca. El libro olía a polvo nuevo, sus páginas suaves otorgaban a mi mente un jugo intelectual. No lo leí inmediatamente, ya que las festividades estaban a la vuelta y era momento de disfrutar a la familia.
Haré una pausa mientras les platico del autor...
Ray Bradbury nació en Waukegan (Illinois)en 1920 y se mudó a Los Ángeles desde 1934. Entre novelas, colecciones de cuentos, poemas y obras de teatro, publicó una treintena de libros. En 1964 fundó el teatro Pandemonium, donde se han representado algunas de sus piezas; desarrolló una amplia actividad en el mundo del cine y de la televisión, y destacó como guionista de la película de John Huston Moby Dick (1956). Algunas de sus obras fueron adaptadas en los programas de televisión Twilight Zone y el Ray Bradbury Theatre. Artista polifacético, creó el escenario del pabellón norteamericano en la Feria Mundial de Nueva York de 1964, y en 1980 colaboró con la firma de arquitectos que proyectó el Westside Pavilion en Los Ángeles y la Horton Plaza en San Diego. En 1989 fue nombrado Gran Maestro de la SFWA (Asociación de autores de ciencia ficción norteamericanos), en 1999 recibió SF Hall of Fame por tida su carrera y en 2000 fue galardonado con la medalla de la National Book Fundación de Nueva York por su distinguida contribución a las letras americanas. (información obtenida del libro Crónicas Marcianas Editorial Minotauro)
En una tarde nublada el frío sobrecogía mi piel. El café estaba listo, ese olor a dulzura amarga que envuelven mis papilas gustativas. Soy tan adicta al café que me encantaría estar disfrutando su sabor noche y día. Una colcha y estaba lista. Y así comencé; leí la dedicatoria A mi mujer Marguerite, con todo mi amor. Después inicié el primer capítulo y mi imaginación empezó a volar. La historia es sencilla; la invasión de los humanos a Marte.
La sensaciones afloraron como rosas en primavera. Mi mente saboreaba las palabras que fluían de manera sencilla. Con historias desbordantes de energía que conectaban directamente a mis sentidos. Podía entender a los marcianos, una invasión sin previo aviso. Los humanos llegaban por pequeñas oleadas, la primera fue en 1999 para terminar en el 2026.
Los marcianos espectadores de su destrucción paulatina. Sus crónicas te llegan a la sangre y la ponen a burbujear. Ellos morían poco a poco. Enfermedades que los invadían y los dejaban sin escapatoria. Los humanos seguían llegando.
Noche a noche leía capítulos y los saboreaba. A veces me sabían a leche agría, otras veces a perro caliente y muchas de las historias me hacían morir de hambre. La tripas me rugían mientras Ray Bradbury hablaba entre líneas de los problemas de su país.
El oído se me agudizó, escuchaba el silencio de los pueblos marcianos y las platicas egoístas de los humanos. Oía los sonidos de la desesperación y el lamento de un pueblo que fue desterrado sin razón. El individualismo se presentaba en las historias, el poder y el control.
Bradbury me dejaba ver a la Tierra desde lejos y las explosiones de las armas nucleares. Los humanos regresaban para luchar en la batalla. Sin darse cuenta de que el mundo que abandonaron estaba perdido. Ya no había marcianos, sólo algunos humanos Ermitaños que desearon permanecer en Marte.
Era el mes de Diciembre y un regalo anticipado llegó a mis manos Crónicas Marcianas de Ray Bradbury autor de Farhenheit 451 y uno de mis autores preferidos. Emocionada abrí la envoltura transparente que tronaba como los cereales en la boca. El libro olía a polvo nuevo, sus páginas suaves otorgaban a mi mente un jugo intelectual. No lo leí inmediatamente, ya que las festividades estaban a la vuelta y era momento de disfrutar a la familia.
Haré una pausa mientras les platico del autor...
Ray Bradbury nació en Waukegan (Illinois)en 1920 y se mudó a Los Ángeles desde 1934. Entre novelas, colecciones de cuentos, poemas y obras de teatro, publicó una treintena de libros. En 1964 fundó el teatro Pandemonium, donde se han representado algunas de sus piezas; desarrolló una amplia actividad en el mundo del cine y de la televisión, y destacó como guionista de la película de John Huston Moby Dick (1956). Algunas de sus obras fueron adaptadas en los programas de televisión Twilight Zone y el Ray Bradbury Theatre. Artista polifacético, creó el escenario del pabellón norteamericano en la Feria Mundial de Nueva York de 1964, y en 1980 colaboró con la firma de arquitectos que proyectó el Westside Pavilion en Los Ángeles y la Horton Plaza en San Diego. En 1989 fue nombrado Gran Maestro de la SFWA (Asociación de autores de ciencia ficción norteamericanos), en 1999 recibió SF Hall of Fame por tida su carrera y en 2000 fue galardonado con la medalla de la National Book Fundación de Nueva York por su distinguida contribución a las letras americanas. (información obtenida del libro Crónicas Marcianas Editorial Minotauro)
En una tarde nublada el frío sobrecogía mi piel. El café estaba listo, ese olor a dulzura amarga que envuelven mis papilas gustativas. Soy tan adicta al café que me encantaría estar disfrutando su sabor noche y día. Una colcha y estaba lista. Y así comencé; leí la dedicatoria A mi mujer Marguerite, con todo mi amor. Después inicié el primer capítulo y mi imaginación empezó a volar. La historia es sencilla; la invasión de los humanos a Marte.
La sensaciones afloraron como rosas en primavera. Mi mente saboreaba las palabras que fluían de manera sencilla. Con historias desbordantes de energía que conectaban directamente a mis sentidos. Podía entender a los marcianos, una invasión sin previo aviso. Los humanos llegaban por pequeñas oleadas, la primera fue en 1999 para terminar en el 2026.
Los marcianos espectadores de su destrucción paulatina. Sus crónicas te llegan a la sangre y la ponen a burbujear. Ellos morían poco a poco. Enfermedades que los invadían y los dejaban sin escapatoria. Los humanos seguían llegando.
Noche a noche leía capítulos y los saboreaba. A veces me sabían a leche agría, otras veces a perro caliente y muchas de las historias me hacían morir de hambre. La tripas me rugían mientras Ray Bradbury hablaba entre líneas de los problemas de su país.
El oído se me agudizó, escuchaba el silencio de los pueblos marcianos y las platicas egoístas de los humanos. Oía los sonidos de la desesperación y el lamento de un pueblo que fue desterrado sin razón. El individualismo se presentaba en las historias, el poder y el control.
Bradbury me dejaba ver a la Tierra desde lejos y las explosiones de las armas nucleares. Los humanos regresaban para luchar en la batalla. Sin darse cuenta de que el mundo que abandonaron estaba perdido. Ya no había marcianos, sólo algunos humanos Ermitaños que desearon permanecer en Marte.
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